lunes, 4 de febrero de 2008

ella...

Ella caminaba frente a mi. Avanzaba suavemente, acariciando el piso con sus pies descalzos, haciendo formas de corazones en la arena. Siempre con una expresión dulce en sus ojos cafés, que llevaba el sabor de ese café que me despertaba por las mañanas, que me devolvía el insomnio en cada noche
Ella seguía su andar con un gesto tan dulce que era como una caricia para quien la pudiese mirar en ese momento. Sus ojos, como dos hojas perdidas en el viento se posaron en la infinidad de cuerpos que paseaban por aquel paraje oscuro, nocturno, que se embellecía con su presencia tranquila, dulce y tierna. Y ella se detuvo.
Yo, un simple observador descalzo de su piel bronceada y perfecta, en mitad de la playa guardaba en mis labios resecos cada palabra que ella me brindaba y me quitaba a cada segundo con un simple respiro, con su simple presencia.


Ella, era un sinfín de expresiones, en cada movimiento cadente de sus caderas habían más sensaciones

Ella seguía con ese andar encantador, cautivando
Y ella me miró.
Afortunadamente me miró.

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