miércoles, 30 de abril de 2008

Te conozco bacalao...

Conozco tus palabras antes de que las escribas. Pienso y veo cada acto que realizas con asombro, pero sobretodo con pena, con una lástima como la que tiene una persona al ver a su hermano caer en una antigua condena, verlo avanzar lentamente, sin pensar en las consecuencias, en las posibles reacciones de un mundo al que hoy saludas "nuevamente".
Sabía que desde el momento en el que empezaras a hilar frases entre el espacio de tus verdades, me demostrarías y confirmarías lo que siempre negaste, lo que afirmabas no hacer, donde pensabas no caer...
Estas en el umbral de un pueblo al cual visité y en el cual casi morí. Suerte ex-compañero de largas caminatas y conversatorios sin fin, suerte en este destino que te depara, este camino hoy que eliges. Espero con el alma que llegues a un puerto mejor que el mio y sobretodo, que no te equivoques al elegir.
suerte, suerte y adiós.

jueves, 24 de abril de 2008

Feel Good Inc.

El mar reposa en mi pecho. Las olas me mueven y se contonean como en marea alta. No me interesa si el mundo va a estallar a mi lado, si algunos ojos me observan con un odio disfrazado de dulzura, no me importa nada. Ni tampoco los actos hipócritas de alguna gorda pedorra, ni la fascinación de algunas rameras por hablar demás.
Por qué sucede eso me pregunto, al menos por qué me sucede esta vez. Bueno, en varias ocasiones me ha pasado. Ya he pasado por estos momentos en los que no siento esa necesidad de búsqueda de respuestas, de razones o de motivos para sonreír, solo me dejo llevar como tronco en una torrente, reposando y disfrutando de la plena luz del sol, en febrero claro está.
Y contengo entonces las ganas de saltar, de correr, de cantar, de despegar en un viaje porque creo que no es lo más correcto para estar en una habitación tan pequeña como esta oficina Sanisidrina, en donde no entra mucha luz del sol por las ventanas, donde la sinceridad se ha ido perdiendo paulatinamente, donde todo mas o menos o demasiado de cabeza.
Sintiéndome así, solo me escondo entre el par de monitores que me rodean –porque quizá algo que escuche me haga cambiar de estado- y existo feliz entre la música, y así moviendome torpemente al ritmo de algún beat, sonrío y logro calmar las ganas de gritar ahhhhhhhhhh!! Que cheeeeeeeeeeeevereeeeeeeeee!! Putaaa MADREEEEEEEEEEE... y demás cosas que digo cuando estoy feliz.
Entonces tomo alguna canción que haga que mi mente logre girar y girar, como molino de viento, cortadora de concierto, la escucho y sonrio… ahh bueno, la repito repito y repito hasta el fin…
Y en momentos así, en lugar de preguntarme un por qué… solo digo… por qué no?
Woo hoo!


miércoles, 16 de abril de 2008

1996 (2 de noviembre del 1996, Lima Perú)

Esta noche el cielo estalla en formas de infinitos colores con palabras que profanan tu recuerdo, con nubes que cubren tu voz, esta noche pienso caer en la libertad de no saber qué hacer sin ti. Esta noche el recuerdo navega perdiéndose en alcohol, viaja nuevamente ebrio mirándote sin tenerte, confundiéndote con cualquier reflejo de luz. Esta vez tu ausencia encubierta está compartiendo como antes noches de bohemia, noches de romance hasta el amanecer, noches de labios encontrados en la oscuridad y mentes perdidas entre el suave néctar de uva que tanto nos ayudaba a dejar de pensar en el mundo, en la responsabilidad de vivir.
Esta noche no estoy solo. En la cama, aquella que sintió nuestro infinito goce perdiéndose entre palabras besos, gemidos, rasguños y mordidas -reflejos de nuestro instinto sadomasoquista- , estás durmiendo mientras te escribo. Quizá no tengas, en esta noche, la piel como antes. Quizá tu voz no tenga el mismo aroma de siempre. Quizá no seas tu la mujer a la que amé esta noche llorando entre el placer de tenerte una vez más. Quizá no fueron para ti todas las palabras que susurré mientras nuevamente entraba en ti, mientras que nuevamente formábamos la unidad aquella que nunca debió separarse. Quizá no sean por ti las lágrimas que brotan de mis pupilas mientras te observo cambiada, echada en la cama de nuestro amor.
Quizá nada sea lo que es en esta noche.
Quizá no sea yo el que te escribe esta carta.
Quién sabe.
Como siempre, tuyo siempre
Rafo.

1996 (1 de noviembre de 1996, Lima Perú)

¿Qué tal pasaste el recibimiento del día de los muertos? ¿Recordaste al menos por un segundo a este limeño que muere constantemente en tu recuerdo? Me encanta empezar una carta con la sangre que servirá de tinta del escrito. Bueno, en fin, yo salí con los muchachos y María a una fiesta algo extraña en una casona del centro. Toda la gente parecía loca. Todos vestidos de luto, en terno, con miradas lejanas, apenas llegué me sentí incomodo, no sé porque me invitaron. Se suponía que los muchachos se iban a ir a Chincha. No estuve mucho rato, antes de la media noche salí, me sentía raro. María me dijo que ella también y a esa hora buscamos un lugar para conversar y traté de averiguar quién era el galán que le pone ese color carmesí en sus mejillas. No me mencionó nada de eso, parece que están peleados. Me empezó a preguntar cosas sin sentido, como cuales eran mis canciones favoritas, qué libros me gustan, por qué tomo tanto, todo esto parecía una cita. Me causó mucha gracia. La pasé muy tranquilo, no bebí demasiado, es que tenía que acompañar a María a su depa, y estábamos lejos. Tomamos un par de vinos en medio de palabras que no iban a ningún lado, me sentí muy bien a pesar de no compartir ese momento contigo. Cuando fui a dejar a María a su casa, insistió en que me quede, pero yo me moría de ganas de caminar y la luna anoche estuvo tan diáfana que merece ser descrita para ti. Mientras caminaba se mostraba dorada y entre nubes, todo era tan parte de un cuadro apesadumbrado, pintado solo con ojos desconsolados y manos cansadas por dolor. Las nubes la tapaban, formaban oleajes suaves a su alrededor, y solo se vislumbraba una hoja de luna de colores tenues, entre plateado, dorado y anaranjado. Era como que si la Luna buscara observar al mundo quietamente escondida entre las nubes o que quisiera mostrar su sensual luz poco a poco, buscando descubrir su erotismo lentamente saliendo de entre el cielo nublado, para que sus amantes puedan observarla salir tan grandiosa como siempre, para que así se pierdan en los sueños, en la noche, en el cielo. Otra teoría –sabes que a todo le pongo una teoría- es que las nubes, celosas al observarla tan carnal, de tan sensual forma, hallan querido cubrirla para que sus admiradores/ amantes no caigan aún más en la perdición de su belleza, para que no sufran al no poderla besar y no se pierdan en la nostalgia que da su mirada. Luego, unos minutos después de ese cuadro perfecto de seducción, salió, lenta, majestuosamente, con una magia que seduciría a cualquier ser. Nuevamente formaba un cuadro perfecto ante mis ojos. Todo detallado en colores grises y oscuros, entre plata, cobre y humo, digna, entre nubes mostraba lo triste que podía estar en esta noche, parecía ser todo parte de un ritual de verano, un ritual de despedida, donde cada espacio de viento pasaba por las calles suavemente, pidiendo permiso a la diosa que, repleta de dolor, se mostraba a los ojos de los mortales de esta ciudad que sin duda, si se tomaran un minuto para observarla podrían haberla visto como yo. Luego, unas horas después y concluido el ritual, se despojaba de sus trajes dorados y cobrizos para sentir a la amalgama de amantes que iniciaban rituales de amor –valga la redundancia-, para sentir los pasos de las almas perdidas en la ciudad que la admiran con dolor, para sentir los cantos romances que se forman en su nombre, para vivir en su belleza a plenitud, sin tristeza ni ritual, sólo ella ante la humanidad y cada ser existente en esta parte de la esfera.
Al verla me acordé demasiado de ti, de la sensual forma en la que tomabas cualquier noche para hacerla tuya, para sellar en mi piel tus mordidas, las señales de que pertenecía, que cada rasguño en mi espalda era tuyo, era mío, que todo en cada noche nos representaba.
Cada vez que te escribo termino mas arrepentido de empezar a escribir.
Completamente tuyo
Rafo

martes, 15 de abril de 2008

1996 (28 de Octubre de 1996, Lima Perú)

Hoy hubo tanto viento en Lima que María pensó que iba a haber un temblor. En la oficina se escuchaba el silbido que deja el aire correteando por la ciudad. Por momentos me parecía escuchar que silbaba una canción, esa que dice “...lejos lejos de casa no tengo nadie que me acompañe a ver la mañana...” de Serú, ¿te acuerdas cuando la cantaba Esteban? Que buena canción, yo te la susurraba a veces en noches en las que dudabas si te amaba, pero nunca oías. María me regañó cuando me puse a silbarla, porque Don Amador aún está de mal humor. A veces no llega al trabajo, está muy jodido. El otro día me lo encontré comprando vino en Queirolo. Estaba medio ebrio y en medio de su embriaguez buscó un rostro familiar –osea a mi- para compartir las penas y ahogarlas . Está de más decirte que al día siguiente no me regañó por llegar tarde porque nunca llegó.
Y María está muy rara conmigo. En general, está extraña, ahora en sus ojos veo un aire como a esperanza. Parece que está enamorada. La he fastidiado un par de veces con eso pero sólo he llegado a sacarle un rostro sonrojado y la promesa de que me lo va a contar uno de estos días. Ahora estoy escuchando esa canción, Eiti Leda. Sabes, me sentiría más identificado con la letra si hubiese un subterráneo en Lima para decirte que olvidé mi sombra en un subterráneo. Otra diferencia de la letra –muy argentina para tu gusto- con la realidad es que la ciudad en estos tiempos no se nos mea de risa, porque se muestra triste. Es más, utilizando tus palabras llegaría a decir que se caga de pena. Debe ser que las cosas se ven dependiendo del estado de ánimo en el que estas, o en este caso, estoy. Todos los del grupo, Manolo, Pedrín y Samuel me sacaron este fin de semana. Terminé igual que todas las noches. Ellos con una mujer al brazo y yo hablándole a una botella acerca de ti. Me contaron que me habían presentado a una mujer, pero me cuentan que la miré y le dije “tus ojos no se comparan a los de ella”. y lo único que te puedo decir es que si alguien me preguntara quién fue la que le robó el mes de Abril a Sabina, no sabría qué responder, pero si me preguntarán quién me robo todo este año y la vida de paso, con una botella del vino encima tendría la respuesta. Vaya que no puedo con mi genio, yo que no quiero ponerte algo así y lo termino haciendo. En fin, siempre me dijiste que te gustaba lo espontáneo que era, pero ahora no debo serlo, no estás aquí. ¿Me dijiste que venías? Sería bueno, atraerías así un par de meses al verano, definitivamente el sol limeño te va a querer ver. Escríbeme explicándome eso por favor. Además dime por qué no quieres que te llame, extraño tu voz.
Bueno, en fin, espero que no sea el 28 de diciembre, porque sabría que es una de tus bromas de fin de año.
Te escribo la próxima semana, espero tu respuesta.
Un beso.
Rafo.

lunes, 14 de abril de 2008

1996 (15 de octubre de 1996, Lima Perú)

15 de octubre de 1996

Hola. Hoy se cumple un año de tu ausencia y no es un buen día para celebrar. Estoy en mi cuarto sólo, a las 3 de la mañana, luego de haber recorrido una Lima repleta de humo, unas calles tan llenas de soledad y tan vacías de personas. Las láminas de luz de cada reflector estallaban entre la neblina que cubría la capital. Parecía que esta fracción de mundo se veía identificada con mi rostro, con mis ojos cansados de tanto mirar tu ausencia, con mi voz metalizada, petrificada al no poder decir tu nombre, con la sombra que hoy soy. Lima estaba tan triste, que no pude llorar, ni siquiera por ti.
Bueno, ¿pero una carta como esta no debería ser triste verdad? Ayer vi a tu primo Ignacio, me comentó feliz que Clara ya había dado a luz a una niña muy gorda con ojos grandes como los tuyos, eso me dijo, mañana la voy a ver. Va a llevar tu nombre la pequeña. Dicen que se parece a tu abuela y por extensión a ti. Si vieras al Nacho, está tan contento, su mirada parece estallar de luz, ¿qué bueno no?
Esta carta es breve porque realmente estuve caminando mucho rato esta madrugada para no tomar nada. Sólo fui al viejo café del centro al que siempre íbamos a conversar sobre los libros que leíamos cuando recién nos conocimos, conversé con el dueño, recuerdas a Pancho, sigue siendo el dueño, me preguntó por ti, le dije que estabas bien y que siempre escribías. Me alegró mucho recibir tu carta anterior, la verdad me alegra que todo te vaya bien en el hospital, siempre supe que esa era tu vocación, desde esa noche en la que curaste cada herida de mis labios con besos, y después supiste qué hacer con mi cuerpo maltrecho esa noche en la que me asaltaron cerca a tu casa. Bueno, en fin, los recuerdos son imágenes lejanas que nunca terminan de llegar en noches sin ti, es vano seguir escribiéndolas, describiéndolas si ambos conocemos lo que pasó.
Como te dije al comienzo, Lima también te extraña, quizá más que yo, quizá no.
Un beso.
Rafo.

Pd: ¡¡Feliz aniversario de soledad!!

1996 (14 de Octubre de 1996, Lima Perú)

14 de Octubre de 1996

Ayer amanecí sabiendo que mañana me iba a sentir muy mal. Hoy desperté dándole un beso a la ausencia que dejaste en mi cama, como diría el Sabina que escucho ahora. He tomado un poco de vino. Bueno, no te puedo mentir nunca. Estoy ebrio, pero ebrio de tantas cosas y tan pocas a la vez que el vino, este vino que mancha el papel, simplemente es un complemento a mi embriaguez, un elemento accesorio. Es muy probable que mañana no pueda poner esta carta en el buzón. Es probable que sea parte de las palabras que nunca te dije, pero que siempre pensaré. Hoy es 14 de octubre, pero para mi es una noche de abril, de mayo, otra de junio, una noche más en la que ebrio te doy una carta que nunca escribí, o te escribo una carta que nunca te doy, es una noche igual a cada noche de cada mes en el que no estás. Pienso, cayéndome por el sopor de la nostalgia, mi nostalgia que siempre es tuya, en cuál fue la razón de tu partida. ¿Fue acaso por necesidad? ¿La falta de esperanzas para conseguir algo acá te hizo huir? Yo siempre te dije, te juré, te prometí que estaría a tu lado. Que lucharía contra el mundo si fuera necesario. ¿Acaso no cumplí mi promesa? ¿No me peleé con mi madre y renuncie a todo lo que mi familia tenía por ti? Tú siempre decías que no me amabas por cómo me llamara, por cuánto dinero tuviera, por lo que hiciera, sólo por ser yo. ¿O fue acaso por mi que fuiste? ¿Fui yo el culpable de todo?
No puedo seguir escribiendo estas palabras que nos hacen daño a los dos.
Te extraño como siempre.
Espero tu respuesta –como siempre.
Un beso –como siempre.
Rafo –el de siempre.

martes, 8 de abril de 2008

1996 (1ro de octubre de 1996, Lima Perú.)

Hola. Bueno, la verdad nunca fui muy bueno escribiendo cartas, pero trataré de empezar por esta. Siempre supe que para iniciar un buen libro o algún escrito debes comenzar con algo impactante o curioso para enganchar al lector... y bueno, definitivamente no he empezado de una forma muy entretenida que digamos.
Bueno, la pregunta ahora es con qué iniciar esta carta para que no te aburra... te contaré cómo amaneció Lima hoy. Como sabrás, octubre es un mes raro en nuestra ciudad. Las calles tan de asfalto como siempre se ven vestidas del morado de cuerpos que viajan movidos por fe en las veredas y pistas del centro, bajo un cielo cada vez más gris... por la pena, por los cantos que reflejan el amor a un dios que a veces pareciera que no puede hacer nada por nadie, ni por sus destinos, ni por cada deseo que expresan en sus miradas...
Si, hoy se inicia la procesión, y el tráfico ha sido realmente un caos. Llegué tarde al trabajo, mi jefe, olvidó la hermandad limeña, el amor a las costumbres y aquella marcha de sentimientos que alaban al cristo morado y me puteó como nunca antes por mi tardanza. María, la secretaría, me miraba con ojos llorosos, parecía que nunca antes había escuchado al buen don Amador tan molesto. Según me comentó rato después, su amargura fue causada por su mujer. Así es, como lo lees, la buena y no tan bella señora Castilla le adornó la frente con un par de cornucopias, pero no llenas de oro, de las moneditas tan lindas y necesarias que aparecen en nuestro escudo, sino los clásicos cuernos que todo hombre teme recibir. Parece ser, que esta vez el viejo y conocido dicho ue sentencia “tu hijo es del lechero”, no fue una realidad lejana a la de Amador.
Imagínate, el pequeño Esteban, ese pequeño gordito con cara de pez,  no era un Castilla de sangre. Bueno, quién soy para andarte contando las intimidades de mi jefe, para eso esta María. Si quieres saber más, le digo que escriba un resumen de la historia completa.
No conforme con los politicamente incorrectos saludos a mi señora madre, el buen Don Amadorcito me mandó hacer mil y un trabajos en la oficina. Vaya que andaba de mal humor. Tuve que trabajar hasta las 9, mucho más de las ocho horas, y me jodió, porque para ser sinceros, hace mucho que existe esa bendita ley del trabajador, aunque casi nadie la respeta.
Al salir, endulcé mi amargura con un rico turrón de Doña Pepa, uno de esos que debes extrañar por allá. ¿Recuerdas cuando salíamos de la oficina a comprar ansiosos el turroncito que siempre servía de postre a nuestras noches?. Me acordé de ti en cada mordida, recuerdo mucho esas noches. Luego, algo cansado, fui a caminar por el centro. Vaya que está muy peligroso. Vi como unos niños robaban a gente que salía de las iglesias, a un par de viejitas. No pude alcanzarlos. Cuando escuché el grito de “¡ratero!”ya era tarde, estaban muy lejos.
A veces creo que es bueno que te hayas ido. Porque tú no mereces un lugar como este. Tu mereces algo mucho mejor.
Si te preguntas cómo estoy, te diría que sigo siendo el mismo. Un poco más flaco, algo menos ágil, pero siempre el mismo. Sigo teniendo esa mirada triste que decías te gustaba. Pero estoy bien. El trabajo está fregado pero nadie se puede dar el lujo de escoger aquí. Ahora hay que hacerse de mil y un oficios para conseguir uno. Por suerte todo está estable en el mío, si no fuera así estaría como tu dices, todo jodido, sin dinero, sin oficio más que el de amarte, sin amor, sin ti.
Te extraño sabes. Pero no me quiero poner triste. Dicen que las palabras dichas se las lleva el viento, pero cuando son escritas tienen otra sazón, porque pueden ser leídas y releídas y con esto se puede volver a sentir lo que dicen. Y ya me conoces, suelo ser tan bruto al hablar, peor al escribir...
Pero te extraño, y la verdad no tengo más que contarte que eso. Por lo menos en mi vida, además del trabajo y la ciudad está cada recuerdo en cada rincón de este mundo que hice y rehice a tus pies. Pero en fin, ninguna palabra va a poder hacerte volver. Este 15 se cumple un año del que no estás. ¿Qué rápido sucede todo verdad? Parece ayer que te conocí bailando El último de la fila en esa discoteca. Que sonriente te veías. Ya vez, tu recuerdo se escurre hasta en las canciones.
Hace dos semanas que no sé nada sobre ti. Me pediste que no te llamara, por eso te escribo. Espero que estés bien. Que las cosas en el trabajo estén mejor. ¿Cuéntame por favor cómo fue eso de la niña que curaste? ¿Supieron al final de qué tuvo?
En fin, no hay más que decir por hoy. Bueno, realmente hay muchas cosas que prefiero callar para no hacer que el gris del cielo entre por mis pupilas y las haga llover. Ni en las tuyas.
Espero tu respuesta.
Un beso.
Rafo.