miércoles, 16 de abril de 2008

1996 (1 de noviembre de 1996, Lima Perú)

¿Qué tal pasaste el recibimiento del día de los muertos? ¿Recordaste al menos por un segundo a este limeño que muere constantemente en tu recuerdo? Me encanta empezar una carta con la sangre que servirá de tinta del escrito. Bueno, en fin, yo salí con los muchachos y María a una fiesta algo extraña en una casona del centro. Toda la gente parecía loca. Todos vestidos de luto, en terno, con miradas lejanas, apenas llegué me sentí incomodo, no sé porque me invitaron. Se suponía que los muchachos se iban a ir a Chincha. No estuve mucho rato, antes de la media noche salí, me sentía raro. María me dijo que ella también y a esa hora buscamos un lugar para conversar y traté de averiguar quién era el galán que le pone ese color carmesí en sus mejillas. No me mencionó nada de eso, parece que están peleados. Me empezó a preguntar cosas sin sentido, como cuales eran mis canciones favoritas, qué libros me gustan, por qué tomo tanto, todo esto parecía una cita. Me causó mucha gracia. La pasé muy tranquilo, no bebí demasiado, es que tenía que acompañar a María a su depa, y estábamos lejos. Tomamos un par de vinos en medio de palabras que no iban a ningún lado, me sentí muy bien a pesar de no compartir ese momento contigo. Cuando fui a dejar a María a su casa, insistió en que me quede, pero yo me moría de ganas de caminar y la luna anoche estuvo tan diáfana que merece ser descrita para ti. Mientras caminaba se mostraba dorada y entre nubes, todo era tan parte de un cuadro apesadumbrado, pintado solo con ojos desconsolados y manos cansadas por dolor. Las nubes la tapaban, formaban oleajes suaves a su alrededor, y solo se vislumbraba una hoja de luna de colores tenues, entre plateado, dorado y anaranjado. Era como que si la Luna buscara observar al mundo quietamente escondida entre las nubes o que quisiera mostrar su sensual luz poco a poco, buscando descubrir su erotismo lentamente saliendo de entre el cielo nublado, para que sus amantes puedan observarla salir tan grandiosa como siempre, para que así se pierdan en los sueños, en la noche, en el cielo. Otra teoría –sabes que a todo le pongo una teoría- es que las nubes, celosas al observarla tan carnal, de tan sensual forma, hallan querido cubrirla para que sus admiradores/ amantes no caigan aún más en la perdición de su belleza, para que no sufran al no poderla besar y no se pierdan en la nostalgia que da su mirada. Luego, unos minutos después de ese cuadro perfecto de seducción, salió, lenta, majestuosamente, con una magia que seduciría a cualquier ser. Nuevamente formaba un cuadro perfecto ante mis ojos. Todo detallado en colores grises y oscuros, entre plata, cobre y humo, digna, entre nubes mostraba lo triste que podía estar en esta noche, parecía ser todo parte de un ritual de verano, un ritual de despedida, donde cada espacio de viento pasaba por las calles suavemente, pidiendo permiso a la diosa que, repleta de dolor, se mostraba a los ojos de los mortales de esta ciudad que sin duda, si se tomaran un minuto para observarla podrían haberla visto como yo. Luego, unas horas después y concluido el ritual, se despojaba de sus trajes dorados y cobrizos para sentir a la amalgama de amantes que iniciaban rituales de amor –valga la redundancia-, para sentir los pasos de las almas perdidas en la ciudad que la admiran con dolor, para sentir los cantos romances que se forman en su nombre, para vivir en su belleza a plenitud, sin tristeza ni ritual, sólo ella ante la humanidad y cada ser existente en esta parte de la esfera.
Al verla me acordé demasiado de ti, de la sensual forma en la que tomabas cualquier noche para hacerla tuya, para sellar en mi piel tus mordidas, las señales de que pertenecía, que cada rasguño en mi espalda era tuyo, era mío, que todo en cada noche nos representaba.
Cada vez que te escribo termino mas arrepentido de empezar a escribir.
Completamente tuyo
Rafo

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